jueves, 16 de septiembre de 2010

Un trabajo para Dios... Por David Roper

En el libro de Salmo 23: El cántico de un corazón ardiente de David Roper, el autor hace el siguiente comentario en torno a el Salmo 23:3: "Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre". En esta semana estuve leyendo está porción del libro de Roper y me pareció agradable compartirlo con ustedes (La ficha bibliográfica está en la parte inferior de esta publicación):

La bondad es un trabajo para Dios. Debemos dejar de meternos en sus asuntos y más bien pedirle que sea él quien lleve a cabo nuestro cambio: a los que están “lejos de justicia” Dios dice: “Haré que se acerque mi justicia” (Is. 56:12-13).

Ser piadoso requiere disciplina, pero esa disciplina nunca debe entenderse como una técnica rigurosa. Seguir a Cristo requiere esfuerzo, pero se trata de un esfuerzo para mantenerse cerca de Él y escuchar su voz. Se necesita un esfuerzo serio para enfocarnos en Él y ser sensibles a sus deseos.

Al acercarnos a Él por medio de andar con Él, hablar con Él, escuchar sus palabras, confiar en Él y pedir su ayuda, su carácter empieza a transmitirse a nosotros. De manera callada y sin instrucciones su influencia ablanda nuestras voluntades dándonos sed de justicia, inclinándonos a hacer lo que le agrada, restringiendo nuestras pasiones, librándonos del mal, avergonzándonos de todo lo malo y dándonos el coraje para tomar la decisión de hacer lo bueno. En su amor callado Él toma todo lo indigno que hay en nosotros y de manera gradual lo convierte en algo valioso para Él.

El cambio no es algo pasivo; debemos aborrecer el mal y amar la justicia. Amara la justicia es tener al voluntad de que crezca. Es una cuestión de inclinación y deseo. Lo que importa no es qué seamos, sino qué queremos ser. ¿Queremos justicia? ¿Queremos hacer mejor las cosas? “Cuando la pelea empieza en él mismo es porque un hombre tiene valor y dignidad”, dijo Robert Browning.

[…]

No podemos librarnos de nuestros pecados, “pero sí podemos disponernos a alejarlos de una vez por todas de nuestra vida. Podemos altercar con ellos y proceder a expulsarlos. El Señor viene en camino para hacer su parte en el desarraigo definitivo de esos pecados” (George MacDonald). Dios es la única fuente de cambio duradero. Toda conformidad a la bondad que alcancemos es el fruto de su intervención gloriosa.

Roper, David. (2001). Salmo 23: El cántico de un corazón ardiente. USA: Editorial Portavoz

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